El tema de esta semana me viene como anillo al dedo y es que en menos de una semana me he tenido que enfrentar en dos ocasiones a uno de mis mayores temores: hablar en público.
Y no me preguntes por qué, porque no soy una persona tímida, al revés… además considero que tengo facilidad de palabra, o al menos labia no me falta, pero eso de ponerme delante de desconocidos a hablar me provoca un nerviosismo interior a veces difícil de controlar.
Consciente del inconveniente que este problema supone para mi profesión y para hacer frente a él de cara a los dos encuentros públicos que se avecinaban, me puse a investigar qué podía hacer. Después de consultarlo con expertos, buscar información y documentarme, recopilé varias pautas que he seguido al pie de la letra en mis últimas intervenciones públicas y he de reconocer que me han salvado de no caerme redonda en el escenario.
Dado el éxito que han tenido en mí, quiero compartirlas con vosotros por si también os pueden servir de ayuda a la hora de subiros a la palestra:
– Preparar la exposición: tenemos que tener claro a quién nos dirigimos y ver de qué manera nuestra presentación puede captar mejor su atención. Si hacemos un discurso de manera mecánica, lo más probable es que aburramos al personal.
– Conocer bien el material: si tenemos muy claro de qué vamos a hablar y lo dominamos, frenaremos los nervios. Es la misma sensación de cuando haces un examen, no puedes evitar el nerviosismo, pero si has estudiado vas mucho más seguro.
– Utilizar herramientas audiovisuales de apoyo: una exposición basada en una buena presentación es mucho más fácil. A ti te sirve de guion y de apoyo en el discurso y al público le resultará muy útil a la hora de tomar notas y concentrarse en la información que recibe.
– Controlar espacio y logística con antelación: si tienes posibilidad, ve con tiempo para familiarizarte con el escenario y comprobar que funcionan todos los dispositivos que vas a utilizar en la presentación (proyector, micrófono, luces). Todos sabemos cómo funciona la tecnología y cuando más falta hace, ¡zas! te falla. No pierdas los nervios, intenta solucionar el problema y si no puedes, pide ayuda.
– Hablar a una persona: busca en el público a dos o tres personas a las que dirigirte cuando hablas y míralas. Es importante que mantengas la cabeza erguida, evitando mirar al suelo o a los apuntes, para eso también nos sirve el apoyo audiovisual en una pantalla.
– Aportar información a la presentación: además de seguir el guion que te has marcado, es muy enriquecedor para la audiencia la experiencia y la visión personal del ponente. Pon ejemplos reales de lo que estás hablando y opina sobre ello, incluso si tienes opción pregunta al público para involucrarle.
– Hablar alto y claro: el tono de voz es fundamental para llegar a todo el auditorio sin gritar y a una velocidad adecuada, de manera pausada e incidiendo en los conceptos que quieres destacar.
– La comunicación no verbal: aunque no lo parezca es casi tan importante como la verbal para transmitir seguridad. Los movimientos de las manos, el cuerpo, la postura… Hay que cuidar mucho los movimientos. Ensayar antes ayuda mucho.
– El aspecto personal: teniendo en cuenta quién va a ser tu público es fundamental sentirse cómodo para tener más confianza en uno mismo. Viste acorde a la ocasión de manera que tu apariencia también forme parte de la presentación.
– Relajarse y disfrutar: piensa que estás ahí delante de todas esas personas para contarles algo que dominas, de lo que eres experto y que van a salir de allí con información que antes no tenían. Si han ido a escucharte es porque les interesa lo que tienes que decir. Si tu disfrutas haciéndolo, ellos disfrutarán contigo.
¡¡Ahh!! Se me olvidaba. !Agua!! Que no falte agua, os aseguro que es necesaria y tu mejor amiga en el escenario.
Bueno, espero que os sea útil para vuestras próximas exposiciones en público. Yo lo he puesto en práctica y estoy deseando volver a hacerlo!!